El ascenso, que se las trae, es un continuo ascenso entre una pared de hiedras, una hilera de cipreses y las catorce cruces de madera que indican las Estaciones de la Cruz.
Ya en la cima y después de un descanso, y después de haber dejado a nuestras espalda unas impresionantes y constantes vistas de Florencia, nos topamos con la preciosa Basílica de San Miniato al Monte, uno de los lugares más altos de la ciudad y uno de los mejores ejemplos de románico de la Toscana.
La historia dice que San Miniato fue el primer mártir de la ciudad, un mercader griego llegado a Florencia en torno al año 250, que llevó una vida de ermitaño, y que fue decapitado durante la persecución anticristiana del emperador Decio. Después de su ejecución, se marchó llevando en la mano la cabeza cortada y volvió a su cueva de ermitaño, en el lugar donde actualmente se erige la basílica, en el Mons Fiorentinus.
La iglesia presenta una preciosa fachada de mármol, que fue financiada por una corporación de mercaderes de lana (Arte di Calimala) que además fueron os responsables del mantenimiento hasta 1288. El campanario se inició en 1499 pero fue sustituido en 1523, quedando inconcluso. Durante el asedio de la ciudad de 1523 fue usado como puesto de artillería.
A la que bajamos, podremos visitar la iglesia de San Salvatore al Monte, situado en la colina detrás de la Piazzale Michelangelo , conocida como la Colina de las Cruces, justo debajo de la Basílica de San Miniato.
Merece muy mucho la pena pararnos a contemplar las soberbias vistas de Florencia y las incuestionables perspectivas que nos ofrece esta privilegiada plaza y....... más si coincide con un bonito atardecer.
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