Construida durante los años 1615 y 1621, siguiendo las instrucciones de los jesuitas, la iglesia de Rubens por excelencia: no sólo desarrolló aquí su talento de pintor, sino también perfeccionó la escultura decorativa.
La impresionante fachada de la Iglesia de San Carlos Borromeo está inspirada en la Basílica de San Pedro de Roma, de gigantescas dimensiones, el equilibrio entre el movimiento vertical y el horizontal, la concepción dinámica con sus enormes volutas y el orden clásico de columnas y de los pilares, así como la decoración suntuosa atribuida particularmente a Rubens.
El interior se derrocharon ingentes cantidades de dinero en su decoración, que en su día les reprochó Roma, lo que explica la relativa sobriedad de la capilla lateral de San Ignacio, decorada en último lugar.
Dos de los cuadros, San Ignacio y San Francisco Javier, firmados por Rubens, fueron trasladados a Viena. Los otros dos todavía se pueden admirar: La elevación de la Cruz de Gerard Zegers y La coronación de María de Cornelio Schut.
La Capilla de María es todavía más espectacular, la pintura de Rubens se funde en una unidad temática con la escultura en mármol del taller de Colijns de Nole.
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